Hace tres semanas vi a Richard Holbrooke contemplando la vida desde la ventana del Café de Flore en Paris y me pareció tan absorto que no le interrumpí para saludarlo. Una semana mas tarde fue enterrado con honores en Washington DC. Se lo llevo un infarto en medio de una reunión con Hillary Clinton y la reacción de pesar, en la que modestamente me incluyo, fue bastante universal. Solo los talibanes milenaristas manifestaron que la muerte golpeaba de una u otra manera a todos los que se metían con Afganistán, algo en lo que si de imperios se trata, podrían no estar tan equivocados.
Holbrooke fue el mejor diplomático de su generación, una mezcla de John Wayne con Jimmy Carter, un negociador incansable en el infierno de la antigua Yugoeslavia que se hizo odiar por Milosevic, logró el acuerdo de Dayton sobre Bosnia, y no renunció jamás ni a la defensa de los derechos humanos ni a conseguir la paz por medios diplomáticos. Tenia, su aspecto cowboy: “That ugly, little, greedy, island, I’m going to smash them” le escuche decir, fuera de si, de un país asiático que bloqueaba un acuerdo en Naciones Unidas. Lástima que Hillary Clinton le dedicó a Afganistán y no al conflicto de Israel y Palestina. Es ahí donde hoy se requería un duro.
Holbrooke desapareció justo cuando sus colegas del Departamento de Estado son desnudados por Wikileaks. Reconozcamos que no han salido tan mal parados. Los informes diplomáticos de Estados Unidos son precisos, inteligentes, equilibrados, quizás si demasiado atraídos por el análisis de personalidades, lo que no es raro, si se piensa que los americanos han hallado siempre en la acción de individuos la explicación de la historia. Porque los diplomáticos son decididamente idiosincráticos, y si Wikileaks ”confiscara”, “se chipeara” o “transparentara” , -no se como decirlo, los informes de la cancillería rusa o italiana, tendríamos un análisis comparativo fascinante de como responden a culturas y tradiciones distintas. Para que digo nada si algún cura hacker facilita los del Vaticano. Porque al final, hay solo un punto en el que todo diplomático es igual a otro: Como si estuviese amarrado a un árbol por una cuerda, solo puede ejercitar sus talentos en el breve espacio circular que le confieren sus instrucciones, lo que significa que la mayor parte del tiempo pasa desapercibido. Y sus secretos profesionales, que casi siempre le interesan solo a él, son protegidos con la misma disciplina, o con la misma displicencia conque los médicos guardan el diagnostico de sus pacientes, los actores la lealtad con sus textos y la prostituta la identidad de su cliente. Nadie circula más un cable que un diplomático entre sus colegas. Por eso Wikileaks ha sido un aliado involuntario, un gran vengador de la profesión. Son muchos hoy en las cancillerías del mundo los que ríen bajito.
En verdad, hasta ahora, Wikileaks no ha exhibido miserables históricamente serios, y en ese plano nada de lo aparecido es capaz de superar a los muchachos de los setenta. Hace algunos días, se dieron a conocer nuevas grabaciones de los diálogos entre Richard Nixon y Henry Kissinger. La escena transcurre en Enero de 1973. Tras agradecer afectuosamente a Nixon por su ayuda a los judíos rusos a los que Moscú impide emigrar a Israel, Golda Meier la Primera Ministra de Israel deja de la Sala Oval. Tan pronto quedan solos se escucha la voz de Kissinger: “La emigración de los judíos de la Unión Soviética, señor Presidente, no es un objetivo de la política exterior americana. Si los soviéticos meten a los judíos en cámaras de gases, tampoco sería un problema de los Estados Unidos. Quizás sería un problema humanitario…” Después de un momento Nixon contesta: “Si, claro, ya lo se, y no podemos volar el planeta por eso…”
Esas si que son filtraciones! Escuchar la cinta le hace a uno cerrar las páginas de Wikileaks con un bostezo y valorar aun mas a ese hombre decente que fuera en vida Richard Holbrooke.
Holbrooke fue el mejor diplomático de su generación, una mezcla de John Wayne con Jimmy Carter, un negociador incansable en el infierno de la antigua Yugoeslavia que se hizo odiar por Milosevic, logró el acuerdo de Dayton sobre Bosnia, y no renunció jamás ni a la defensa de los derechos humanos ni a conseguir la paz por medios diplomáticos. Tenia, su aspecto cowboy: “That ugly, little, greedy, island, I’m going to smash them” le escuche decir, fuera de si, de un país asiático que bloqueaba un acuerdo en Naciones Unidas. Lástima que Hillary Clinton le dedicó a Afganistán y no al conflicto de Israel y Palestina. Es ahí donde hoy se requería un duro.
Holbrooke desapareció justo cuando sus colegas del Departamento de Estado son desnudados por Wikileaks. Reconozcamos que no han salido tan mal parados. Los informes diplomáticos de Estados Unidos son precisos, inteligentes, equilibrados, quizás si demasiado atraídos por el análisis de personalidades, lo que no es raro, si se piensa que los americanos han hallado siempre en la acción de individuos la explicación de la historia. Porque los diplomáticos son decididamente idiosincráticos, y si Wikileaks ”confiscara”, “se chipeara” o “transparentara” , -no se como decirlo, los informes de la cancillería rusa o italiana, tendríamos un análisis comparativo fascinante de como responden a culturas y tradiciones distintas. Para que digo nada si algún cura hacker facilita los del Vaticano. Porque al final, hay solo un punto en el que todo diplomático es igual a otro: Como si estuviese amarrado a un árbol por una cuerda, solo puede ejercitar sus talentos en el breve espacio circular que le confieren sus instrucciones, lo que significa que la mayor parte del tiempo pasa desapercibido. Y sus secretos profesionales, que casi siempre le interesan solo a él, son protegidos con la misma disciplina, o con la misma displicencia conque los médicos guardan el diagnostico de sus pacientes, los actores la lealtad con sus textos y la prostituta la identidad de su cliente. Nadie circula más un cable que un diplomático entre sus colegas. Por eso Wikileaks ha sido un aliado involuntario, un gran vengador de la profesión. Son muchos hoy en las cancillerías del mundo los que ríen bajito.
En verdad, hasta ahora, Wikileaks no ha exhibido miserables históricamente serios, y en ese plano nada de lo aparecido es capaz de superar a los muchachos de los setenta. Hace algunos días, se dieron a conocer nuevas grabaciones de los diálogos entre Richard Nixon y Henry Kissinger. La escena transcurre en Enero de 1973. Tras agradecer afectuosamente a Nixon por su ayuda a los judíos rusos a los que Moscú impide emigrar a Israel, Golda Meier la Primera Ministra de Israel deja de la Sala Oval. Tan pronto quedan solos se escucha la voz de Kissinger: “La emigración de los judíos de la Unión Soviética, señor Presidente, no es un objetivo de la política exterior americana. Si los soviéticos meten a los judíos en cámaras de gases, tampoco sería un problema de los Estados Unidos. Quizás sería un problema humanitario…” Después de un momento Nixon contesta: “Si, claro, ya lo se, y no podemos volar el planeta por eso…”
Esas si que son filtraciones! Escuchar la cinta le hace a uno cerrar las páginas de Wikileaks con un bostezo y valorar aun mas a ese hombre decente que fuera en vida Richard Holbrooke.
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