miércoles, 11 de enero de 2012

EL CAULLE. LA TRAGEDIA DE LA INEFICIENCIA

Los incendios ocurridos la semana pasada en la zona de Torres del Paine y en Bío Bío constituyen una tragedia para todo el país. Han significado un daño enorme al patrimonio natural de Chile y han traído sufrimiento a centenares sino miles de chilenos, destruido su propiedad y amenazado su trabajo.

Lo que no puede suceder sin embargo, es que ellos releguen a un segundo plano otra desgracia natural: el daño enorme que las cenizas del cordón Caulle están causando a la salud, la producción y el futuro de miles de habitantes de nuestra región.  No solo debemos insistir en todos aquellos ámbitos institucionales en los que sea posible hallar apoyo, sino que debemos interrogar aquellas deficiencias que han demorado la adopción de medidas que hoy parecen obvias.

La situación no requiere de mayor descripción. Todos sabemos hoy que  las cosechas de berries y de frambuesas provenientes de los agricultores de la zona de la erupción del Cordón Caulle, no están aptas para ser comercializadas. Se perderán más de dos mil toneladas de frambuesas y  ni siquiera la pulpa del fruto podrá introducirse en el mercado. Nadie discute hoy, y hay informes del INIA que así lo señalan, que las cenizas traerán daños a la salud animal, afectarán la calidad de las aguas y amenazarán pastizales y forraje durante el verano. No se está seguro respecto del daño que esto puede introducir en la salud humana y se anuncian investigaciones para determinar si hay metales en las cenizas.  

Uno no puede dejar de preguntarse porqué si en Junio pasado nuestros vecinos argentinos mostraban ya con claridad la tragedia que podían traer las erupciones volcánicas, las autoridades del sector agrícola chileno mostraron una displicencia tan pasmosa ante la amenaza. El ex Ministro Galilea declaraba en Julio que “la situación no era compleja” , y que no ameritaba tomar medidas drásticas como emergencias agrícolas. Habían incluso declaraciones tranquilizantes: un director de servicio declaraba a la prensa que “no había que temerle a las cenizas porque a la larga beneficiaban el suelo”. No se puede dejar de decir tampoco, que el nuevo Ministro de Agricultura solo parece preocupado por Torres del Paine y la situación de la carne. La alarma de los Ríos no parece transmitirse al poder central. 

Lo sorprendente es que han habido en Chile pocas desgracias más anunciadas que el impacto de las cenizas volcánicas sobre la agricultura del sur. Esto no ha sido un terremoto o un incendio, sino la tranquila conformación de un peligro evidente a la vista de todos. Y sin embargo hasta hoy el gobierno no logra declarar estado de emergencia en la zona. Es peor que un caso de ineficiencia. Es desidia. Debe ser denunciado y está bien que lo hagan quienes están mandatados para ello. 

Imagino que serán muchos los chilenos que se preguntan hoy que sucedió con la única promesa de los actuales gobernantes que hace dos años parecía creíble a una mayoría: que habría más eficiencia y que las decisiones se adoptarían con más rapidez. Hoy, la lentitud es un escandalo. Y el centralismo reina más que nunca.