miércoles, 11 de enero de 2012

EL CAULLE. LA TRAGEDIA DE LA INEFICIENCIA

Los incendios ocurridos la semana pasada en la zona de Torres del Paine y en Bío Bío constituyen una tragedia para todo el país. Han significado un daño enorme al patrimonio natural de Chile y han traído sufrimiento a centenares sino miles de chilenos, destruido su propiedad y amenazado su trabajo.

Lo que no puede suceder sin embargo, es que ellos releguen a un segundo plano otra desgracia natural: el daño enorme que las cenizas del cordón Caulle están causando a la salud, la producción y el futuro de miles de habitantes de nuestra región.  No solo debemos insistir en todos aquellos ámbitos institucionales en los que sea posible hallar apoyo, sino que debemos interrogar aquellas deficiencias que han demorado la adopción de medidas que hoy parecen obvias.

La situación no requiere de mayor descripción. Todos sabemos hoy que  las cosechas de berries y de frambuesas provenientes de los agricultores de la zona de la erupción del Cordón Caulle, no están aptas para ser comercializadas. Se perderán más de dos mil toneladas de frambuesas y  ni siquiera la pulpa del fruto podrá introducirse en el mercado. Nadie discute hoy, y hay informes del INIA que así lo señalan, que las cenizas traerán daños a la salud animal, afectarán la calidad de las aguas y amenazarán pastizales y forraje durante el verano. No se está seguro respecto del daño que esto puede introducir en la salud humana y se anuncian investigaciones para determinar si hay metales en las cenizas.  

Uno no puede dejar de preguntarse porqué si en Junio pasado nuestros vecinos argentinos mostraban ya con claridad la tragedia que podían traer las erupciones volcánicas, las autoridades del sector agrícola chileno mostraron una displicencia tan pasmosa ante la amenaza. El ex Ministro Galilea declaraba en Julio que “la situación no era compleja” , y que no ameritaba tomar medidas drásticas como emergencias agrícolas. Habían incluso declaraciones tranquilizantes: un director de servicio declaraba a la prensa que “no había que temerle a las cenizas porque a la larga beneficiaban el suelo”. No se puede dejar de decir tampoco, que el nuevo Ministro de Agricultura solo parece preocupado por Torres del Paine y la situación de la carne. La alarma de los Ríos no parece transmitirse al poder central. 

Lo sorprendente es que han habido en Chile pocas desgracias más anunciadas que el impacto de las cenizas volcánicas sobre la agricultura del sur. Esto no ha sido un terremoto o un incendio, sino la tranquila conformación de un peligro evidente a la vista de todos. Y sin embargo hasta hoy el gobierno no logra declarar estado de emergencia en la zona. Es peor que un caso de ineficiencia. Es desidia. Debe ser denunciado y está bien que lo hagan quienes están mandatados para ello. 

Imagino que serán muchos los chilenos que se preguntan hoy que sucedió con la única promesa de los actuales gobernantes que hace dos años parecía creíble a una mayoría: que habría más eficiencia y que las decisiones se adoptarían con más rapidez. Hoy, la lentitud es un escandalo. Y el centralismo reina más que nunca.

sábado, 29 de octubre de 2011

Entrevista en Revista Capital


Juan Gabriel Valdés: El diagnóstico del vizconde
Entrevista correspondiente al número 310 (7 al 20 de octubre de 2011)

Nunca es fácil llevar el nombre del padre, pero hay casos y casos. Este es uno de aquellos que lo han cargado sin traumas. A mucha honra. Además del apellido, también heredó la pasión por la política. Su padre era DC y él es socialista. Aquí, el hijo del conde, a un mes de su partida, rompe el silencio y dice que Chile requiere un nuevo pacto social. Por Bárbara Gutiérrez.

Si fuera por las millas recorridas, se podría decir que ha dado varias vueltas al mundo. Si se consideran los cargos que ha ocupado, pocos podrían atribuirse que saben más que él sobre cómo se ve este país desde fuera. Si se ahonda en su trayectoria, queda claro que Juan Gabriel Valdés Soublette (64 años) es de esos hombres que son embajadores permanentes de Chile.

Pero quiso cambiar de rumbo. Esta vez, hacia adentro. ¿Su nuevo destino? Valdivia, la ciudad donde se instaló algunos meses y desde donde –tal como su padre, recién fallecido–, quiere llegar al Senado.

Tras días cargados de emociones y tristezas, Valdés intenta volver a la cotidianeidad y a la contingencia política. De a poco, pues esta entrevista la da desde Buenos Aires, minutos antes de partir junto a su madre, Silvia Soublette, a un concierto de su hermano Max en el Teatro Colón.

-Entre tantos discursos, cartas, columnas o reportajes sobre su padre, ¿hay algo que usted no supiera de Gabriel Valdés?
-Para mí no ha cambiado su imagen, era tan cercano a él que no debo disimular mis sentimientos; su muerte me ha acompañado como una especie de dolor permanente. Me fue tan presente, que mi recuerdo principal es la persona en la intimidad, en su sentido del humor, en las cosas que hacíamos cuando yo era chico, cuando teníamos la casa en Valdivia, la casa en Cachagua… Es un peso de una ausencia que uno nunca se la imagina igual a como es, aunque sabes que el momento va a llegar. Él no estaba bien desde hace algún tiempo y todos nos dábamos cuenta de que el proceso era irreversible, pero es muy distinto sentirlo directamente… Uno descubre dolores que no había sentido antes.

-¿Cuán cercanos eran?
-Mucho, al punto que no creo que haya pasado más de dos noches en Haití, mientras viví allá, sin hablar con él. Me acuerdo que cuando estaba en el Consejo de Seguridad de la ONU, en pleno conflicto iraquí, nos reíamos porque decíamos si graban lo que hablamos por teléfono –lo que era cierto, como lo comprobamos después– peor para ellos porque nosotros vamos a seguir conversando las cosas igual y te voy a seguir contando las cosas que me están pasando. Eso es algo que me hace mucha falta, aún me cuesta imaginar que no puedo hablar con el.

-¿Cómo es llamarse Gabriel Valdés, hoy?

-Ha sido siempre un distintivo que llevo desde niño. Creo que una sola vez me paró un señor en la calle y, como yo esperaba la pregunta obvia, me sorprendió cuando me preguntó si era nieto de don Horacio Valdés, lo que era verdad… La cantidad de saludos y cartas que hemos recibido desde distintas partes del mundo demuestran que mi padre era una figura que trascendía mucho el cuadro nacional. El otro día, en una conferencia que di en Bolivia, un señor se me acercó para decirme que toda su vocación se la debía a él. Y era alguien que yo no había visto nunca. Mi padre era una persona que marcaba profundamente a quienes lo conocían. Cuando me dicen qué suerte la suya de haber tenido el padre que tuvo, lo aprecio absolutamente.

-Su padre marcó una época en la política chilena, pero también en la sociedad. Le decían “el conde”… ¿Cuánto de conde tiene Ud.?

-No creo tener demasiado (ríe). Creo que había una típica visión un poco caricaturizada, pero que en el caso de él se tornó simpática por una razón: existía el Topaze, que era capaz de poner eso en un dibujo y transformar a un ser humano en una persona simpática. No era necesariamente un ataque. Uno arrastra esas cosas porque la gente lo ve de determinada manera, pero hay mucha gente que me ha dicho cuán sencillo era mi papá una vez que lo conocían, aunque a veces daba la impresión de ser más distante. Yo aprendí la sencillez de él.

-Hace un tiempo, el columnista Carlos Peña decía que en Chile había gente, como su padre, que por su estatus social no opinan sino que “certifican”.

-Sí, lo hablamos varias veces. Carlos Peña es un gran intelectual, pero tenía una gran obsesión, que no abandonó ni el día de la muerte de mi padre.

-La crítica apuntaba a la inexistencia de una meritocracia, un tema que ronda en Chile.

-En mi discurso en la catedral hablé de Gabriel Valdés y su pasado oligárquico que representaba ese mundo del siglo XIX y que fue, por lo demás, el mundo que hizo a Chile, y todos los valores y principios que traía consigo. Fue un hombre que luchó, que en su calidad de abogado fue ascendiendo. Durante su vida valoró mucho el mérito y, por lo tanto, siempre eligió para tener a su lado a los mejores, a los más inteligentes.

Otro Valdés versus Frei

-¿Dónde ha enfocado sus ánimos en estos últimos meses?

-Estuve en Haití la semana pasada, en una delegación que ayudará en un proceso de convergencia que se está buscando entre el Congreso y el presidente. De allá me vine a la reunión binacional Chile-Argentina de la región de Los Lagos, la cual me interesa porque hay un retrato muy preciso de la situación, tanto de pasos como de infraestructura, comercio y salud en las zonas fronterizas.

-¿Ya se instaló en Valdivia?

-He estado muchos años en el terreno internacional y siento que he cumplido una fase. Ahora quiero servir en Chile y me gustaría poder ayudar a desarrollar una región que para mí, por razones afectivas y estéticas, es la mejor del país. Estoy disponible para competir en un cargo en el Senado por esa región y me he encontrado con una respuesta muy simpática de la gente. Quiero crear una fundación para favorecer la participación de los jóvenes en el debate público, para desarrollar una visión sobre cómo la región puede tener una dimensión internacional y para trabajar más aún en la participación en la cultura. La idea de la fundación ha estado prendiendo y estoy esperando el momento de iniciar mis clases en la Universidad Austral. No es fácil, porque mis principales tareas tienen que ver con consultorías internacionales, pero ya terminé mi casa, está todo funcionando, ahora es sólo cuestión de pedir que me junten un poco de leña y puedo llegar.

-Un traslado completo, con familia incluida.

-Sí, claro. Por supuesto que mi mujer me ha acompañado y está entusiasmada con la idea. He llevado a las nietas, pero mis hijos no han ido, salvo Bernardo –el segundo de mis cuatro hijos– que es el arquitecto de la casa.

-Si usted va a la senatorial, competiría con Frei. Curiosamente, su padre y el actual senador no tenían buenas relaciones. ¿Se repite la historia?

-En mi caso no hay eso. Tengo una gran amistad y mucho reconocimiento por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, fui su ministro de Relaciones Exteriores. Aunque hemos conversado, no hemos tocado el tema en forma directa aún. Queda tiempo y le corresponderá a él decidir qué es lo que desea hacer, yo estoy diciendo lo que yo quiero hacer. Creo que no corresponde elaborar más sobre el tema.


Camila, la nueva imagen país

-Usted estuvo a cargo de la Fundación Imagen País y le tocó el momento en que Chile estaba en el peak de popularidad por el rescate de los mineros. ¿Qué queda hoy de ese “chilean way”?
-Los estudiantes condujeron a todos a darse una especie de palmada en la cabeza, diciendo que ya no quieren más una sociedad en que las desigualdades regidas por el mercado sean la tónica principal. Tengo la sensación de que cambió el paradigma que orientaba a la sociedad chilena y tenemos que hacernos cargo de eso. La idea de que la usura puede ser el motor del sistema global es algo que hoy está produciendo explosiones en el mundo entero. En Chile, la Concertación pretendió cuadrar dos nociones que podían andar un tiempo juntas. La primera era que el mercado elegía a los ganadores y la segunda, que el Estado protegía a los más desfavorecidos. Y claro, esas dos nociones se enfrentan de una manera imposible de resolver.

-Entonces, ¿todo parte de una equivocación de la Concertación?
-No percibimos lo suficiente hasta qué punto estábamos desarrollando dinámicas que eran contradictorias. La gran gracia del movimiento estudiantil es que le ha hecho a todo el mundo darse cuenta que esto llegó a un punto de inviabilidad.

Para mí siempre la medida de las cosas es si le puedes explicar a un holandés lo que está pasando y éste lo encuentra razonable. Y tengo la sensación de que hay una cantidad de cosas de esta sociedad que no se pueden explicar a un holandés, porque las va a encontrar insensatas. El drama del gobierno de Sebastián Piñera es que parece incapaz de enfrentar el nuevo pacto social que Chile requiere y que le cabe una tarea bien triste, que es acomodar marginalmente lo que ya fue. La solución de este tema ni siquiera pasa por grandes definiciones actuales, sino que va a ser la próxima elección la que va a adquirir un carácter plebiscitario entre dos maneras de mirar a la sociedad.

-¿Qué sensación estamos dando hacia el exterior, con movilizaciones y un gobierno con un 22% de aprobación?

-No tengo la impresión que la imagen de Chile se vea alterada por las manifestaciones estudiantiles. De hecho, creo que pueden resultar muy atractivas para el mundo exterior, no sólo porque aparece como una sociedad que está viva, sino porque nosotros hemos sido vistos –como lo muestran todas las encuestas en América latina–, como una sociedad fenicia que no tenía principios mayores y en la que la ganancia de dinero era la obsesión colectiva. Por lo tanto, aquí estamos viendo una sociedad que tiene gran fuerza en términos de sus propios valores. Ahora, al mismo tiempo, muestra un gobierno que está en muchas dificultades, porque si todas las noticias que llegan son de estudiantes pegándose con la policía, uno no piensa que la culpa es de los estudiantes, sino que parece que el gobierno que está ahí no es el adecuado. De hecho, la primera pregunta que le hacen a uno es cuánto le queda. Es triste, pero es así.

-Y en esa misma lógica, un personaje como Camila Vallejo, ¿le suma al país?

-Sin duda. Amigos periodistas afuera me cuentan que esto es un fenómeno, es notable. Tanto Camila Vallejo como Giorgio Jackson u otros dirigentes han llamado la atención del mundo por su inteligencia, la madurez con que se expresan, el conocimiento de los temas que están tratando y, por lo tanto, ahí hay otro plus. Claro que es un plus conflictivo. La percepción que se tiene de Chile sigue siendo muy buena, pero es evidente que ello no está acompañado de la percepción que se tiene del gobierno.

-¿Y en que quedaron el gobierno de excelencia y la nueva forma de gobernar?

-De pronto uno siente que está frente a aprendices. No quisiera entrar en detalles directos, pero muchas veces creo que se está imitando a un gobierno, no haciendo uno de verdad. Hay figuras que son más sólidas, pero es evidente que hay un problema y que no ha logrado todavía convencer al país de que lo puede conducir con estabilidad y tranquilidad.


Llamando al orden

-En la vereda suya las cosas no están muy bien, tampoco. ¿Cómo saldrá adelante la Concertación? ¿Es cuestión de “convergencia”?

-La Concertación tiene temas de identidad que ya están resueltos y que no se pueden ni deben cambiar: la unidad del centro y la izquierda es parte de la esencia. Nadie que pretenda gobernar este país puede no pensar que si no están juntas, las probabilidades de que vuelva a ganar la derecha son muy altas. Esta es una alianza política y no un movimiento social. Al mismo tiempo, siento que a la Concertación le ha costado mucho encontrar un discurso común que incluya un conjunto de planteamientos que a la sociedad le resulten atractivos en el nuevo contexto. Pero no sólo eso: se requieren lealtad y disciplina. A mí me llama la atención algunos parlamentarios que celebran a los estudiantes por su capacidad de unidad y disciplina interna, pero que ante la primera reacción de su presidente de partido salen a atacarlo. Es verdad que no hay transformaciones sin ideas y ciertas rupturas, pero tampoco hay transformaciones que se mantengan sin disciplina ni lealtad. Si esos componentes no están, se hace muy difícil ofrecerle seriamente una posibilidad de gobierno al país.

-¿Quiénes, a su juicio, se vislumbran para retomar el liderazgo de la Concertación?

-Si los partidos políticos no son capaces de atraer líderes, quiere decir que no están bien dirigidos. Hay un sentimiento de que los partidos, más que abrirse a la gente, imponen sus posturas. Ahí está el problema, pero yo no tengo ningún afán de caer en aquello que critico, que es descalificar a los dirigentes.

-¿Es el momento para que la Concertación esté hablando de presidenciables? ¿Sólo Michelle Bachelet garantizaría un regreso al gobierno?

-Es evidente que Michelle Bachelet tiene un liderato ya conquistado en los corazones de la gente que vota o que ha votado históricamente por la Concertación. Ese es un factor muy determinante de lo que viene. Sin embargo, no creo que el tema de hoy sea el proceso presidencial. Lo que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo para pensar y decirle al país lo que le ofrecemos para una elección que viene, que va a ser claramente plebiscitaria entre dos formas de concebir la sociedad y el desarrollo. Si la Concertación no es capaz de prepararse para eso y no es capaz de poner eso sobre la mesa, naturalmente no va a haber liderato suficiente para inventar otra cosa.
     
La crisis y el chip de los economistas

-¿Le pone un ingrediente adicional de incertidumbre el cuadro económico mundial y cómo pueda impactar en Chile?

-El cuadro internacional es muy grave y siento que los niveles de incertidumbre de aquello que hoy se siente estable es una cuestión impresionante. Nuestra dependencia del factor cobre, nuestro afán de mirar al Asia -que es un producto que tampoco sabemos cómo va a evolucionar-, el cuadro de cierre europeo, el proteccionismo que posiblemente se viene de manera bastante inevitable en los países desarrollados, nos deben llevar a una reflexión mucho más a fondo sobre cómo debe ser nuestra relación con el resto de América latina. Estamos metidos en un vértigo y nos cuesta mucho reflexionar con tranquilidad.

-¿Cómo evalúa las relaciones con la región?

-Las relaciones internacionales son muy de administración de temas, no hay ninguna iniciativa real. No me gustó el discurso en ONU del presidente Piñera, creo que no podemos entrar en discursos defensivos en esa materia. Por otro lado, la crisis no ha terminado para nada y no hemos sabido evaluar las consecuencias sociales de esta crisis; básicamente, porque las predicciones han caído en manos de los economistas, y ellos no tienen la variable social incluida en el chip cerebral. Resulta que les llaman externalidades a los procesos de irrupción social más graves que ha vivido Europa desde la Guerra Mundial. Hay que entender qué puede significar eso desde el punto de vista de las decisiones económicas y las restricciones que nos va a plantear en nuestro modelo exportador. En ese cuadro, creo que nuestra política hacia América latina es absolutamente prioritaria, principalmente con Brasil -como me repetía mi padre-; hay que desarrollar la relación con Brasil.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Homenaje a mi padre Gabriel Valdés

Palabras pronunciadas en la Catedral de Santiago
9 de Septiembre

Voy a hablar de mi padre como se habla de un gran hombre, porque mi padre fue un gran hombre. Hablaré primero desde el amor hacia quien fue mi mejor amigo, hacia ese hombre con el cual no pude pasar un día sin hablar. Pero lo haré también desde la razón, desde la distancia que dan los años; lo haré desde mi situación de hijo, pero también desde la mirada de un ciudadano, de como yo creo que lo vio la gente.

Nuestro padre fue en verdad un ser humano extraordinario. Nosotros, sus hijos, lo aprendimos no solo cuando como niños nos rendimos como todos lo hacen, ante el amor del padre, sino que lo redescubrimos muchas veces, en cada estación de la vida, ya sea cerca suyo, o separados por grandes geografías.  Le vimos una y otra vez reinventarse a si mismo, pasar de ciudadano a hombre público, de ministro a hombre del mundo, de porfiado luchador  a hombre de dialogo, de cosmopolita, a enamorado de una pequeña ciudad y sus aires campesinos. Moldeó sus intereses, sus pasiones, sus grandes aventuras como quien entiende la vida como una obra de arte.

El creyó sobre todo en el carácter.  Pensaba que los hombres eran capaces de moldearse y se imponían por su carácter. “Tiene carácter” decía de alguien con una sonrisa apreciativa. No importaba si sus ideas no coincidían con las propias: “tiene carácter,” decía, y nosotros sabíamos que ahí estaba lo principal.

¿Y que quería decir para el tener carácter?

Ante todo tener principios y luchar por ellos. Y esos principios fueron para el, los del humanismo y la libertad, los de la belleza, los del cambio social y los del la cultura, los del amor por Chile y por América Latina.

Tener carácter significaba enfrentar el pensamiento pequeño, arrinconar la mediocridad, aspirar solo a lo grande, aquello que era capaz de ensalzar a la persona, proyectar sus sueños, convocar a los demás y descubrir la grandeza de la sencillez. El tuvo en verdad en su cabeza una llave que le permitía acceder a  un espacio en el que solo se pensaba en grande.

Tener carácter significaba marcar  el desarrollo de la vida desde si mismo sin concesiones. Tenía opiniones firmes sobre la belleza, la pintura, la arquitectura, la música, el carácter de los perros, la ubicación de los futuros puentes de Valdivia, el rol de Montaigne en el renacimiento europeo, la revolución latinoamericana o la crisis de los Estados Unidos. Nada le era ajeno.

En ese marco la política no lo era todo, y en realidad no podía serlo. Era más que un político en el sentido restringido, y  no entendió nunca la política como una pequeña sucesión de anécdotas de poder, ni tampoco como la única contribución que podría hacer a Chile. Sin dudas que amó mas la vida de las ideas que la del poder.

Le apasionó sobre todo ese conjunto entremezclado de experiencias individuales y colectivas que producían la cultura, y fue siempre sobre esa base que pensó el mundo. Ahí está la clave para entender como se hizo un carácter como el suyo. Y si trato de comprenderlo, elijo al azar tres escenas de su vida que muestran los cauces por donde confluyeron los hilos que conformarían el tejido de su vida y su personalidad.

La primera imagen que me viene a la cabeza transcurre en Venecia y me la relató tantas veces. A los diez años, flaco y de cara larga, enfundado en un abrigo grande y tras un largo viaje en tren, se presenta ante su hermano mayor Francisco que un par de días mas tarde seria ordenado sacerdote. Es conducido de noche en un bote desde la belleza de la gran plaza de San Marco hasta la isla de la Giudecca, al convento de los capuchinos. Allí su hermano, para protegerlo del frío, le aloja en la enfermería, solo entre monjes que se quejaban y exhalaban largas oraciones esperando el fin de sus días. Acostado con abrigo y sombrero en un camastro de bronce, esperó en silencio la llegada de la madrugada.

La escena no es de este siglo, ni siquiera del veinte. Trae consigo el halito de aquellos mundos diferentes que confluyeron en la constitución de una imaginación profundamente original, que tuvo siempre consigo la fuerza de lo ancestral, el rigor de la religión y la belleza de Italia, una de sus pasiones que no le abandonó jamás.

La segunda es “la del Presidente que América Latina no tuvo”, como dijera una vez su amigo brasileño Helio Jaguaribe. Y ocurre en Washington muchos años mas tarde. Sentado ante Richard Nixon y Henry Kissinger lee el acuerdo de Viña del Mar, una de las mas importantes declaraciones de independencia de América Latina. Cada detalle de los rostros de sus interlocutores, cada gesto y palabra, nada se le escapa y nos lo cuenta con la pasión que solo él sabía darle a un relato. Está seguro de estar haciendo historia. Quiere que su región intervenga en el mundo, tenga un mensaje particular, se haga presente en la historia.

Esa es la pasión que lo lleva a encargarse por diez años del desarrollo la región latinoamericana desde Naciones Unidas. Cada proyecto que diseñó fue el mas ambicioso, cada iniciativa estuvo marcada por el optimismo que sentía frente al futuro de América Latina que seguía día a día. Hasta hace pocos meses me decía cuanta admiración le producía el Brasil y su nuevo rol en el mundo. Como apreciaba que América Latina fuera hoy capaz de construir su propio relato.

Nada se compara sin embargo a su lucha por Chile y su ambición por Chile. 

De un momento tan decisivo para todos nosotros lo principal fue su visión política. Entendió antes que nadie en su partido, y en las fuerzas democráticas de entonces, los contornos que debía tener la coalición que recuperaría la democracia. Se enfrentó, combatió, persuadió y convocó a decenas, a centenares, y finalmente a miles en torno a la idea que una nueva convivencia entre el centro y la izquierda no era solo posible, sino que era imprescindible para garantizar y renovar la democracia en el país. Se jugó la vida y la libertad por Chile, y esa ambición superó por mucho la ambición por su destino personal.

Fue en esa lucha que se encontró con el Chile sencillo de las mujeres y los hombres del pueblo que se esfuerzan cada mañana por su vida diaria. Recorrió Chile incansablemente, acompañado de trovadores, de actores, de literatos, de poetas. Vio el poder de la cultura y el arte en la vida y en la imaginación de la gente, y en esos recorridos reconoció en Valdivia el lugar de sus sueños, el lugar preferido de su infancia, la región desde donde construiría comunidad y desarrollo. De allí surge mi tercera imagen: está en una carreta de bueyes hablando en un poblado mapuche; o montado en un auto, corriendo por caminos polvorientos, o subido en un bus acompañado de artistas y jóvenes llegando a Arica para una concentración del NO. Creo que fueron los momentos mas felices de su vida.

Osorno, las tierras de su hermano santo y Valdivia, sobre todo Valdivia con su belleza etérea, su historia y su corazón de inteligencia se hicieron no solo la vocación de sus años parlamentarios, sino su pasión principal. Fue un gran Presidente del Senado y pensó y practicó la convergencia y la reconciliación política, con la misma grandeza con que antes había introducido el desafío y el combate a una dictadura. Pero fue también un senador regional y amaba decirlo así.

Para Valdivia fueron sus últimos pensamientos. Cuantas veces me dijo en sus meses de enfermedad que soñaba ir y recorrer los caminos de Panguipulli y el Ranco, o conversar una vez más con las señoras que lo acogían alborozadas cuando se aparecía en la Feria del Calle Calle.

Su legado es muy grande. Hay en él un mandato a escoger la grandeza por sobre la pequeñez. La generosidad de la convocatoria, por sobre las barreras que dividen grupos y cenáculos. Yo creo que hoy nos diría que Chile es a la vez una comunidad demasiado pequeña en el mundo y una oportunidad demasiado grande de progreso, como para que no veamos la necesidad de la unidad.

Perdonen la extensión de mis palabras. Pero no puedo terminar sin decir que nuestro padre fue además y de manera muy principal un hombre de familia. Alguien que sabía reír con sus nietos, acoger sus historias, invitar a largos paseos en la lancha y soñar con viajes futuros a tierras misteriosas. Nada de lo que hizo o pensó hacer habría sido posible sin nuestra madre Sylvia, que fue no solo su espíritu más cercano, sino que su cable a tierra, así como la puerta que le abría el mundo de la música, el más gran escape hacia Dios.

Su amor por su hija María Gracia, por todos nosotros, sus nietas y nietos, por sus biznietas y el biznieto que le llegó lejano y a quien no alcanzó a conocer, por sus casas, por sus perros y por Valdivia, son amores que nos acompañarán siempre: en ellos está su espíritu.

No le decimos adiós, lo tenemos demasiado presente en todos nosotros.

Muchas gracias.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Tiempos Borrascosos. Por Manuel Castells


INVITADO

TIEMPOS BORRASCOSOS
Manuel Castells


Tamizados por un difuso sopor vacacional llegan los crujidos de un mundo en quiebra.  Hechos disconexos pero que juntos componen una nueva trama de vida. Arde Londres, la xenofobia masacra en Noruega, las bolsas se hunden, el euro se averguenza, la ficcion europea se desvanece, Estados Unidos en bancarrota, la crisis financiera corroe ahorros y devora empleos, los politicos se esconden  para capear el temporal, las revoluciones arabes siguen removiendo el mundo entre heroismo ciudadano y  violencia de tiranos irredentos, movimientos sociales hechos de una mezcla de hastio y esperanza extienden la indignacion de Espana hasta la India, pasando por Grecia e Israel. Pinceladas de un lienzo de historia en trance de ser. Y aunque no lo parezca hay un hilo conductor.
En la raiz, es la crisis de un modelo. No solo de un modelo economico dominado por un capitalismo financiero especulativo que hizo de la economia una ficcion, enredando al mundo en una virtualidad de valores bursatiles.  Sino de un modo de vida centrado en buscar sentido en un consumo sin sentido. Dependiendo de un trabajo, cualquiera, para vivir de prestado. Hasta que calla la musica y aparece el vertigo del vacio interior. En esa soledad hija de la competitividad.  Y cuando lo cotidiano se cae se buscan culpables. Porque nuestra cultura esta hecha de culpabilidad.  De los otros. Y los mas otros de los demas son los que se  detectan como distintos. Esos que buscaron trabajo y refugio en paises europeos incapaces de hacer ninos y remilgosos de la faena dura.  El chivo expiatorio es la mas antigua lamina en el archivo de lo atroz. Puestos a desollarlo empecemos por sus complices, los que abren las puertas a los que no son verdaderos noruegos o finlandeses o daneses o holandeses o catalanes de pura sangre. El asesino de decenas de jovenes no era un loco, sino un educado militante del segundo partido de Noruega, partido  xenofobo, eslabon de un espectro desencadenado que recorre Europa.  Y cuando no son nazis declarados son policias cotidianamente racistas hasta que se les va la mano y liquidan a tiros a un mulato de Tottenham, sin dar explicaciones ni a su familia. Fue la gota que colmo el vaso de sempiterna humillacion por parte de una Scotland Yard corrupta a sueldo de Murdoch para espiar a quien quisiera , desde lideres politicos a ninas asesinadas. Hete aqui que con la policia desbordada se desatan instintos de incendio y pillaje con participacion de gentes de toda edad, clase y condicion.  Acceso libre al consumo. Como si la presion a la que se somete a una sociedad consumista incapaz de consumir hiciera explotar una caldera de rabia difusa, sin los tonos nobles de nuestros pacificos indignados. Terror entre las elites y los ciudadanos de bien. Los salvajes estan en casa  y no todos son negros o inmigrados. Mano dura como respuesta. Aun sabiendo de siempre que cuanta mas represion hay mas hierve la sangre mientras las raices de la colera sigan ahi.  !Que civilizados y sensatos parecen los indignados espanoles (o sus primos israelies o sus hermanos griegos) en comparacion con estos ingleses desbocados del siglo XXI  !. Pero no se equivoque. Nuestros indignados son activamente no violentos, pero que no se intente pararlos a golpes con argumentos de limpieza de plazas y ordenacion de trafico. Porque no se van a parar, van lejos, iran hasta el fin de la denuncia de un sistema que nos esta tragando a todos en el torbellino de destruccion generado por el cinismo financiero y la incompetencia politica.  En estos movimientos sociales se juntan la critica a formas alienadas de vida con el rechazo a pagar los platos rotos derivados de los errores (o calculos especulativos) de los duenos del dinero y el poder que, como siempre, quieren irse de rositas.
Y mientras, allende el Mediterraneo, los arabes se reencuentran a si mismos, con movimientos sociales derrocando tiranos y juzgando a corruptos aunque a veces sea a costa de rios de sangre que aun fluyen a raudales en Siria ante las protestas esteriles de la timorata comunidad internacional. Menos mal que los sirios, como los egipcios, los tunecinos,  y tantos otros decidieron hace tiempo que tenian que liberarse ellos mismos sin pedir permiso a los sospechosos habituales. Lastima que el sueno de los indignados israelies abrazandose a los acampados de Tahrir haya chocado con la provocacion deliberada de islamistas y sionistas para frustrar una paz posible entre personas cansadas de ser rehenes de politicos y geopoliticos.
En todos estos episodios dispares se repiten temas y formas. En el horizonte esta la autogestion de la vida, pasando de politicos profesionales.  En el nucleo de la accion estan Internet y las redes moviles. Es mediante las formas autonomas de comunicacion que la gente ha podido auto-organizarse, coordinarse y generar un debate democratico de ideas, suenos y propuestas.  En pocos meses se ha afirmado con fuerza en la practica social que la comunicacion es el mecanismo fundamental para juntarse y que la reunion de personas en las redes sociales, preludio de acampadas y manifestaciones, permite superar el miedo en el que se basa el control social de un sistema que ya no convence y apenas vence.  Las revoluciones del siglo XXI, en sus multiples formas, ya tienen sus herramientas, hechas de comunicacion autonoma interactiva y multimodal,, local y global. Sabiendo que en Internet, que esta hecho de la vida de los internautas, hay de todo, lo mejor y lo peor, desde asesinos y saqueadores hasta rebeldes contra la tirania o inventores de la nueva vida .  Pero es la matriz del desafio a un mundo que se auto-destruye,  afirmando la posibilidad de reconstruir la sociedad desde la base.
 Porque algo huele  a podrido en Dinamarca. Y en Noruega. Y en Europa. Y hasta en esta Espana que se monto en una economia de carton piedra gobernada por monigotes de papel.
Vivimos tiempos borrascosos. Pero las borrascas limpian el aire. No siente  la brisa que viene del mar?

domingo, 21 de agosto de 2011

Un programa de desarrollo para Chile

Esta es mi primera columna en “El Diario Austral”. En esta y en las que seguirán, quisiera plantearle al lector valdiviano una reflexión seria sobre el país y la región de los Ríos. Deseo escribir con firmeza, pero con respeto hacia todos; sin evitar la polémica, pero descartando los ataques personales y las descalificaciones que tanto mal le hacen a la política de nuestro país. Intentaré persuadir que la mejor política es la que rechaza los prejuicios hacia las personas, escucha a todos y decide no sobre la base del que habla con mas fuerza, sino del bienestar de los más, sobre todo de los trabajadores y los sectores medios, que con su esfuerzo han logrado llevar a sus hijos a peldaños más altos de los que ellos pudieron subir.

Nadie duda hoy que vivimos en una sociedad profundamente injusta. Chile es más rico, tiene más infraestructura y es más moderno que antes, sus instituciones democráticas pueden modificarse sin temor a retrocesos autoritarios, pero el país sigue  dividido entre ricos y pobres de una manera escandalosa. El actual gobierno intentó convencer a los chilenos que bastaba administrar mejor y crecer económicamente a tasas mas altas y el asunto estaría resuelto. Los chilenos no le han creído. No solo porque el gobierno no ha mejorado la eficiencia del Estado,  más bien al contrario, sino porque el problema no estaba en la gestión, sino en el modelo. Y en los últimos meses, los estudiantes nos han mostrado que la cuestión no es ser más eficientes en administrar la injusticia, sino cambiar la manera como miramos el país y su desarrollo.

Los chilenos hemos definitivamente dejado de creer en aquella ficción ideológica que dice que en Chile, es “el mercado” el que elige a los ganadores. La mayoría quiere hoy que el Estado desarrolle políticas para construir ganadores y lograr que en ese camino se beneficien todos los chilenos.

Por eso ha llegado el momento de decir las cosas con claridad: Chile necesita de un programa nacional de desarrollo y de un pacto social y político que permita sostenerlo en el largo plazo. Entiéndase bien: no de un ejercicio tecnocrático para mejorar cifras, sino de un acuerdo político que abra el camino a una nueva Constitución Política del Estado y a un plan de desarrollo productivo; a una reforma tributaria y a un impulso público a favor de la regionalización; a un plan nacional de energía y de medio ambiente y una modificación de nuestro sistema político que parta por eliminar el sistema binominal y establecer uno proporcional.

En este marco, desde las regiones debemos impulsar un pacto de cohesión territorial que enfrente de una vez por todas la enorme desigualdad de la que vive y lucra el centralismo. Abordar la desigualdad general en el país significa remediar la desigualdad territorial. Pero también al revés: preocuparse del desarrollo de la región significa tener una visión del país en el cual esta región se desarrolla. En la historia, los regionalismos con visión de país son los que han logrado reducir y sofocar el centralismo. Los que no la tienen se quedan en la protesta.

Que nadie piense que estas son formulas políticas vacías. La importancia de construir pactos sociales para avanzar en la nueva ecuación entre Estado, sociedad y mercado constituye hoy probablemente la primera obligación de la política. Debemos disponer de una visión estratégica de mediano y largo plazo, un plan de acción para alcanzar metas y objetivos y una alianza social que le de base a la institucionalidad para la definición e implementación de las estrategias, los programas y políticas.

Pienso en países como Australia, España, Finlandia, Irlanda, o Nueva Zelandia que han constituido programas estratégicos similares y han gozado de crecimiento con igualdad, y la verdad es que me pregunto como es posible que en Chile no lo hayamos hecho antes.


domingo, 10 de julio de 2011

Confesiones Mexicanas

“En algún minuto la DC perdió el rumbo y se confundió” ha dicho Piñera según el Mercurio, criticando la alianza de la Democracia Cristiana con la izquierda. Lo dice a un periodista mexicano, lo que se entiende, porque es más fácil vestirse allá de ropaje DC (“mi padre y mi hermano son Demócratas Cristianos”, dijo) que lo que le ha sido explicar aquí porqué el decidió sumarse a los partidarios de la dictadura tan pronto la oposición dio muestras que podía derrotarla. La acusa de haber seguido caminos errados como la “vía no capitalista”, lo que también se comprende: el hubiese preferido que adhiriera a la “vía capitalista financiera desregulada” que es la que le ha dado más éxitos en su vida. 

Pero dejemos de lado estos aspectos. Lo importante es como sus sorpresivas referencia a la DC reflejan primero su frustración y luego su confusión. Piñera siempre imaginó su gobierno con la DC. Separar el centro de la izquierda era la aspiración suya y de sus más íntimos, y en el esfuerzo no escatimaron esfuerzos, desde el cultivo de las amistades personales hasta la manipulación abierta de figuras y posiciones. Esa aspiración fracasó: la DC no formará parte del gobierno de la Alianza. Pero el Presidente además se confunde. En un momento en que su gobierno clama a gritos por ayuda de alguna parte, desmenuzar críticamente el rol histórico de un partido tan central a la democracia chilena como ha sido la DC, declarándola “estructuralmente” desviada, solo invita a más crispación de la política y a un mayor aislamiento

Si las declaraciones de México las hubiese hecho Ena Von Baer, las entenderíamos como una reiteración de la torpeza que la llevó hace algunas semanas a derrumbar una iniciativa presidencial. Pero que el propio Presidente se inscriba ahora en una corriente analítica autodestructiva es verdaderamente preocupante.

martes, 21 de junio de 2011

Acerca de estudiantes, lucro y modelos náuticos

Hace unos días una periodista me preguntaba si Humala mantendría “la economía social de mercado” o seguiría “un modelo Chavista”. La joven profesional no podía concebir nada intermedio: el mundo es blanco o negro, lo que es normal si se piensa que la ideología del mercado es la única prédica religiosa verdaderamente masiva que existe en el país. La recordé cuando leí que Patricio Navia, refiriéndose al influjo de las protestas estudiantiles, advertía a los creyentes que la Concertación podía “ceder a la tentación de abandonar el barco del modelo social de mercado y subirse a esta nueva ola con dirección y futuro incierto”.

Esta insinuación náutica es profundamente reaccionaria. Lo que Navia sugiere es que  si la Concertación escucha lo que dicen los estudiantes acerca del lucro, si exige una legislación más estricta que efectivamente lo excluya de la educación y desarrolle un mejor apoyo a la educación pública, se arriesga a navegar en la incontinencia política y caer, diría un clásico, en las garras de Caribdis y Escila, que es, en términos griegos lo  más parecido al chavismo y a todo aquello de horrible que no es “la economía de mercado”.

Todo esto es bastante absurdo. Es demasiado sabido que ni el apoyo a la educación pública sin lucro incorporado, o a la planificación para proteger el medio ambiente son ajenas a muchas sociedades que mantienen una economía liberal. Y que son pocos en el mundo de hoy (aunque con una concentración en Chile superior al promedio mundial) los que conciben el modelo como uno, único e indivisible, sobre todo cuando vivimos en un mundo liberal que agradece obsequioso aquel “modelo” gracias al cual vive:  el capitalismo de estado con dictadura del Partido.

La relación de la política y la economía no es una entre “externalidades” y “ciencia”. El profundo desprestigio de la política entre los jóvenes y el rechazo al lucro en la educación, responden finalmente a una misma pulsión: la degradación de lo que antes denominábamos “lo público”. Esto es,  la desaparición de aquella simple obligación del Estado de proveer cierto tipo de bienes y servicios, simplemente porque son de interés público.

Una parte de este país entiende que el ¨bien común” se consigue solo a condición que alguien se haga rico. Nada puede ser público –en el sentido de ser garantizado por el Estado, sin que alguien –un banco, una corporación, en definitiva un intermediario, lucre en la operación. Eso es lo que rechazan los estudiantes y es claro que debiera escucharlo la Concertación, y ojalá todo político con sentido republicano.

Si no lo hacen, y seguimos cultivando un Estado sin vísceras, nadie puede extrañarse que los jóvenes se pregunten ¿cuál es la razón para respetar o seguir como líderes a los que lo administran? ¿No hay acaso una razonable sospecha que quienes hablan a nombre de ese Estado en verdad representan a quienes lo intermedian?

No es por lo tanto un rechazo a todo lucro, a cualquier tipo de lucro, sino a aquel que se instala en una intermediación del Estado que sirve para separar al individuo del poder político y reducir la sociedad, -como bien nos lo recuerda Tony Judt, en su magnífico libro “Algo va Mal”,- a una fina membrana de interacciones entre individuos privados, sin propósito social.

Es contra esto, creo yo, que protestan los estudiantes. Y los debieran escuchar todos quienes deseen hacer progresar esta sociedad.