martes, 14 de junio de 2011

Una Política Responsable

Pienso que en la situación en la que está el país conviene recordar dos cosas. El estallido del malestar ante la injusticia puede ser admirable, pero la contemplación embobada de la molestia social es tan torpe como el intento permanente de  subvalorarla.  La  más justa de las indignaciones sociales puede llevar a las peores aberraciones políticas. Los alemanes injustamente golpeados por la gran depresión, llevaron en 1930 al partido nazi a aumentar su votación de ochocientos mil a seis millones de votos!

Por eso la movilización social demanda más liderazgo político y no menos. Repetir simplemente las consignas de la calle o dedicarse a elaborarlas en sesudos artículos, puede llevar a olvidar que no es el malestar en si mismo lo que verdaderamente importa, sino el grado de descrédito de las instituciones al que este malestar fatalmente conduce. Esa debería ser la preocupación principal. Pero la mejor defensa de las instituciones es saber cambiarlas a tiempo.

Creamos instituciones precisamente para canalizar las demandas, aspiraciones, protestas e incluso las iras de la ciudadanía. Si permitimos que la relación entre malestar e instituciones transcurra intocado, lo que estamos poniendo al frente de la gente no son canales, sino barreras, y como se sabe, mas temprano que tarde hay alguien que las levanta para establecer otras, frecuentemente más altas que las anteriores.

Solo un gobierno sin conducción, como es este, permite que el Presidente vuelva a Chile de vacaciones señalando que “la política anda mal”, para que después de recibir a la oposición, su vocera señale de manera pretenciosa que “el gobierno privilegia la agenda social, mientras la oposición privilegia la política”. ¿Cómo es posible tanta tontera? ¿No es acaso para arreglar lo que anda mal que el Presidente pide ayuda a la Concertación? ¿No es acaso porque todo el país ve que el Rey anda desnudo?

La única reforma política que acepta la derecha, la del voto voluntario, es una falsa reforma democrática: el voto es una obligación ciudadana y debería haber permanecido como tal. La verdadera reforma política es en cambio poner fin al sistema binominal, permitiendo la expresión de los movimientos sociales en las instituciones y el surgimiento de un sistema parlamentario que no aparezca ante el país como la designación de una cohorte de privilegiados. Y esta reforma es hoy absolutamente urgente.

Por esa razón no es este el momento de concurrir a crear acuerdos con el gobierno con el simple objetivo de disminuir la tensión. La Concertación y la oposición en general deben acordar una agenda que conduzca al gobierno a aceptar un cambio del sistema político.

Esta es la única política responsable. 

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